martes, 4 de noviembre de 2014

4.
Criterios y valores.
Guatemala, 19 de octubre del 2014





MI PROPIO HACHIKO


Cuando era todavía un niño muy pequeño fui atacado por el perro de un vecino, dicho evento me dejó traumatizado hasta el punto de que ya no no quería ser veterinario. Pero fue precisamente otro perro el que cambió mi vida para siempre al hacerme entender a su especie. Además de entender a los perros, también les tomé confianza.

Por años tuve pánico de ser atacado nuevamente pero conforme fui creciendo, se fue desarrollando mi curiosidad por el reino animal y los perros definitivamente me llamaban la atención. Tenía dieciséis años cuando en una exposición canina vi por primera vez lo que a mis ojos parecieron los perros más lindos. En el altavoz los anunciaron como los Akita y había algo especial en ellos, una tranquilidad aristocrática que los diferenciaba del resto de peludos acicalados.

Un sábado por la mañana, vi un anuncio en el periódico de que alguien tenía a la venta dos cachorras akita y fue la oportunidad perfecta para pedir por adelantado mi regalo de cumpleaños número dieciséis. No me hice ilusiones, solo quería ir a ver los cachorros.

La señora vivía en una mansión, la puerta de la calle se mantenía abierta y había que avanzar unos 500 metros antes de llegar a la entrada de la casa. Al llegar al parqueo, no nos atrevimos a bajar ya que dos perros enormes se acercaron lentamente, ninguno de los dos ladró y se notaron tranquilos en todo momento. Nos dijeron que podíamos bajarnos y nos presentamos, la señora dijo que a la hembra la importó de México y que al macho lo trajo de un criadero en Estados Unidos. Todavía tenía dos cachorras a la venta y, como parecía no tener ningún problema económico me vendió una de las perritas por muy poco dinero.

Nakki, ahora mía,  no actuaba como los otros perros, muy rara vez ladraba y siempre mantenía una actitud serena. La seguí llevando a la misma veterinaria en que le habían aplicado sus primeras vacunas, la clínica se encontraba siempre llena y el veterinario era un tipo sereno, educado y muy agradable. Conforme pasaba el tiempo me acostumbraba más a entender a mi perra, disfrutaba su compañía y admiraba también a aquel veterinario. Los vientos iban cambiando para mí y de pronto, consideré de nuevo seriamente ser veterinario al perder el miedo a los perros y ganar confianza.
Mis estudios de secundaria los hice en un centro educativo privado de mucho renombre, mis compañeros eran y siguen siendo ricos. Muchos de ellos hablaban de sus perros de raza, algunos traídos de Noruega y Alemania, pero yo era el único que tenía un perro japonés y eso me hacía entrar al grupo y sentirme bien.

Gracias a mi perra hice varias amistades que aún mantengo hoy en día y uno de ellos, me dio una fotocopia de una revista en que se narraba la historia de un perro japonés llamado Hachiko, que siempre iba a la estación del tren a esperar la llegada de su dueño, un día el hombre muere y nunca regresa. Pero el perro, siempre regresaba todos los días a seguir esperando por muchos años la llegada de su amo, hasta que un día muere. Hachiko se convierte así en un ejemplo de lealtad y es admirado por el pueblo japonés. En la estación de Shibuya, en Tokio, se encuentra una estatua de bronce en honor al perro más famoso de todo el Japón, un akita.

Con la llegada de Internet y la globalización de los medios Hachiko es ahora más famoso que nunca. Algunos opinan que el perro se acostumbró a llegar todos los días a la estación como una rutina, otros dicen que llegaba porque las personas le daban de comer. Posiblemente eso sea cierto, pero también creo que los perros aman a las personas y que para algunos  su amo es su mundo entero (o una familia también).

Mi perra Nakki no solo fue una compañera inseparable, también me dio la oportunidad de conocer a gente interesante y debido a esas amistades, hice algunas conexiones que han sido muy importantes en mi vida. Me inspiró para ser veterinario y todos los días estaba en la puerta esperándome cuando volvía a casa de estudiar, como Hachiko.

Una de las decisiones más duras que he tomado fue aceptar que ya era el momento de ponerla a descansar. Pero para cuando dicho momento llegó, yo ya me había graduado de la universidad. Fue uno de los días más tristes de mi vida en medio de una tormenta tropical que hizo pedazos mi país, la tormenta era lo que quedaba del huracán Mitch, por decirlo así, también se llevó a mi perra Nakki.

Muy dentro de mí siempre me río de las personas que atribuyen emociones humanas a sus perros, pero nunca les digo nada porque cada quien ve las cosas de distinta manera.  Y es que las historias de perros, como la de Hachiko y las que cuenta James Herriot en sus libros (una recomendación literaria que me tomo la libertad de hacer), siempre nos hacen desear no ser tan humanos y disfrutar la vida como ellos, un día a la vez. Imagínense lo lindo que sería si cada vez que viéramos a un ser querido lo saludáramos como lo hacen nuestros perros, con una alegría equivalente a la de alguien que se gana la lotería.

No me gustaría que los perros sean más humanos, creo que somos nosotros los que deberíamos tratar de imitarlos en algunos comportamientos.

Mi perra nunca será tan famosa como Hachiko, pero cambió mi vida, fue mi compañera, me alegró tantos momentos que cuando la recuerdo no puedo evitar emocionarme. Tanto que si un día voy a Tokio, el primer lugar al que iré será la estación de Shibuya, seguramente lloraré al recordar la historia de Hachiko y también a mi perra Nakki, pero serán lágrimas de alegría.

Links:
Sobre Hachiko
Wikipedia:


El verdadero Hachiko en YouTube:


Sobre Huracán Mitch
http://es.wikipedia.org/wiki/Hurac%C3%A1n_Mitch