domingo, 1 de febrero de 2015


Foto muestra una sutura de piel mal realizada
en una cirugía de bajo costo.


¿ALTRUISMO, GENEROSIDAD, HIPOCRESÍA O
SIMPLE GANA DE LLAMAR LA ATENCIÓN?


Hace ya casi dos décadas que un confundido joven decidió no estudiar medicina porque prefería tratar con animales que con personas. Lo que el ingenuo ragazzo no se imaginaba era que las habilidades sociales son imprescindibles para un veterinario, lógicamente los animales no hablan y muchos de los que se meten a estudiar esta profesión creen equivocadamente que serán una especie de Doctor Dolittle.

Ser veterinario lo obligó a dejar de ser introvertido y a buscar tener la mejor comunicación posible con los propietarios; es un trabajo que permite conocer mucho también de la vida de las personas, no solo cuando se hacen visitas en sus domicilios, sino diariamente en la sala de exámenes. Para ser buen veterinario se debe ser psicólogo amateur ya que en un porcentaje alto de los casos las personas empiezan a contar sobre sus vidas y sus problemas. Lo más común es una madre que se queja de que sus hijos no cuidan al perro y que a ella le toca limpiar y darle de comer todos los días; otras veces es un hombre que se queja de que su esposa no quiere al perro y no lo deja entrar a la casa. La cosa es que una historia lleva a la otra y terminan contando muchas veces sus problemas.

Siempre me llama la atención cuando dicen que prefieren a los animales por sobre los humanos, la frase me suena familiar, y he sido testigo de grandes sacrificios que algunas de estas personas hacen por ayudar a un animal herido o simplemente perdido. Una cosa que las caracteriza, a  muchas de estas personas, es que no pueden dejar de ayudar, no importa que no tengan los medios o que sacrifiquen su calidad de vida, donde caben quince perros o gatos siempre cabe uno más. Y cuando los números llegan a ser tan altos es casi imposible vivir apropiadamente entre tanto animal y cualquier medicamento necesario, como antipulgas o vacunas, se convertirá en algo que la persona no podrá pagar. Esto me recuerda cuando doña Esperanza encontró un perro en la calle y lo metió a su casa con los otros catorce, ya que eran tantos no estaban vacunados y como la nueva mascota tenía moquillo canino, solo le quedó uno. Muchos pensarán que es falta de sentido común, pero a no ser que se sea rico es casi imposible mantener bien a tanto animal.

Alguna de esta gente de tan buen corazón también se caracteriza por tener que gritar a los cuatro vientos sus aventuras animalistas, siempre están hablando de lo mismo. Cuando ya no tienen lugar en sus casas para tanto ser vivo siempre pueden intentar convencer a otros de que hagan su buena obra. Una señora me pidió una vez que adoptara un perro de la calle, le expliqué que no podía porque ya tenía perros en mi casa y que los gastos no me lo permitían; entonces ofreció venir todos los días a mi casa a limpiar y traerle comida al perro. Fue entonces cuando le dije que si quería hacer una buena obra estaba en su derecho, pero que dejara de intentar hacer que fueran otros los que cargaran con el problema y no ella, además quién dice que me siento cómodo dejándola entrar todos los días a mi casa, estaba seguro de que a lo sumo llegaría una semana y después abandonaría el perro a mis cuidados. No me volvió a hablar.

Como suelo platicar mucho con las personas cuando traen a sus mascotas, se ponen a contarme todo tipo de cosas y a mí me encanta saber más de la vida de todo el mundo. Solía venir un hombre que trabajó en el fuerzas armadas y varias veces me contó anécdotas de su vida militar, ahora trabaja en una agencia de seguridad privada. Las cosas que me contó son confidenciales, es en parte secreto profesional, pero les voy a contar que se trata de un tipo rudo, un ex soldado que posiblemente tenga estrés postraumático y que se ha metido en muchos problemas por su mal carácter y agresividad. Cuando le dije que  su perro tenía un tumor en el hígado el hombre rompió a llorar, nada malo en eso hago la aclaración, pero no estoy hablando de que se le llenaron los ojos de lágrimas, sino de que sollozaba como un niño pequeño. Y entonces me pregunté: ¿cómo es que pudo hacer las cosas que me contó cuando era militar, que por cierto las sigue haciendo hoy en día en su nuevo trabajo y que cuando me las contó hasta una sonrisa perversa se dibujaba en su cara, pero se rompe cuando se trata de la salud de un perro?

Para aclarar más el tema utilizaré un ejemplo histórico, ¿saben ustedes en dónde y cuándo se aprobó  la mejor ley de protección a los animales conocida hasta hoy en día? La respuesta es 24 de noviembre de 1933 en Alemania, fecha en que fue firmada por Adolfo Hitler. Créanme que esa ley era el sueño de cualquier animalista, no se podía matar a los peces sin antes administrarles anestésicos y había que ver que las langostas en los restaurantes fueran sacrificadas humanamente. Göring amenazó con enviar a campos de concentración a los maltratadores de animales. En 1942 se prohibió a los judíos tener mascotas. Los alemanes estaban más preocupados por el maltrato animal que por el genocidio; claramente preocuparse por el bienestar de otras especies no hace a nadie mejor persona.

Algunos de estos animalistas se han organizado y así han obtenido cierta fama. Una de las organizaciones más mencionadas, de las que trabajan en la Capital Iberoamericana de la Cultura 2015, es conocida por decir siempre que están llenos, jamás reciben a un animal que uno les quiera llevar, sin excepciones le dicen que le dé un hogar temporal mientras ellos buscan a alguien que lo adopte. No hay instalaciones físicas y a nadie le consta en dónde están todos esos animales, eso sí, su publicidad es fantástica. Tan buena es su imagen que me contaron por allí, vox populi dirían otros, que el Congreso les hizo una generosa donación de dinero y se rumora que muchos de sus colaboradores decidieron salirse después de que hicieran una fiesta de gala en el mejor hotel de la ciudad con una parte del dinero recibido.

Y ya que mencioné a la Capital Iberoamericana de la Cultura 2015 quiero contarles que hace poco tiempo, quizá precisamente por el título honorario recibido, el alcalde de la ciudad prohibió los circos con animales porque en esta ciudad no se tolera el maltrato animal, es una decisión que aplaudo. Pero a la vez que estoy contento por esta nueva política no deja de incomodarme que en una ciudad tan grande haya tanto trabajo infantil, a algunos niños incluso los venden para traerlos a trabajar a la capital, un delito abominable conocido como trata de personas. Hay partes de la ciudad llenas de indigentes, algunos de ellos mueren en los meses fríos del año, muchísimos problemas de racismo y violencia doméstica. En la Capital Iberoamericana de la Cultura 2015 hay 16 fallecidos de manera violenta todos los días, sin embargo la gente no se apiada del prójimo como lo hace por un animalito, y hasta don alcalde parece tomar más medidas de hecho para proteger a los animales del maltrato y no  tanto para ayudar a los desamparados de la gran ciudad (algo se hace, pero no es suficiente).

No estoy diciendo que tener piedad por los animales sea algo malo, sino que demostrar amor por los animales pero cerrar los ojos ante las injusticias, penas y delitos de los cuales son víctimas nuestros semejantes menos afortunados, hace que nos cuestionemos qué es lo realmente importante en la vida. Porque alguien que es coherente tiene que sentir pena también por el dolor de otros hombres y no solo por el de los animales, si de verdad se es buena persona así debe ser, no hay excusa o justificación para lo contrario.

Cerca de La  Antigua Guatemala hay un pueblo llamado Parramos, allí hay una escuela dirigida por un “gringo” que dejó de trabajar como abogado egresado de una universidad “Ivy League” para dedicarse a la educación de los niños de la comunidad. Son niños en su mayoría indígenas que hoy en día han ganado reconocimientos en los concursos nacionales de ciencias, matemáticas y física. La educación es gratis para todos los que allí viven, y los de otras comunidades tienen que pagar el equivalente a 13 dólares mensuales de colegiatura. La política de la escuela es que no se acepta a los niños si no pone a estudiar también a las niñas, y si los padres sacan a las niñas de la escuela también deberán de sacar a sus hijos varones. Hace unos meses mi gran amigo JP y yo fuimos jueces en la feria de ciencias de la escuela; no pude salir más impresionado con todo, niños de 12 años hablan mucho mejor el inglés de lo que yo lo hacía a su edad. Lo que hace Vince (nuestro abogado “ivy league”) tiene un impacto profundo en la vida de cada uno de estos jóvenes y de la comunidad, pero logros como éste son poco o nada conocidos, a diferencia de la alharaca que hacen algunos porque castran a los perros de la calle.

Una noche platicaba con JP sobre esto, y le decía que muchísimos recursos se van a los animales; de cómo me parece curioso que algunas personas no sean tan colaboradoras cuando se trata de seres humanos. Él es de los hombres más rectos que conozco, me explicó que en su opinión cada quien trae su vocación y que ésta determina la forma en que las personas deciden ayudar. Tiene razón, pero igual no me explico algunas actitudes como las que he mencionado.
No me voy a poner a buscar explicaciones al comportamiento de las personas, no es asunto mío, los humanos somos muy complejos y seguramente hay mucho que analizar cuando se buscan los motivos. Simplemente me parece importante hacer un llamado a la reflexión para que seamos coherentes en nuestra manera de pensar y actuar. Así de simple.

Ya me han hecho ver que sueno como una persona insensible por escribir esto, porque se supone que los veterinarios somos gente sensible que ama a los animales. Es cierto que a un veterinario le tienen que gustar los animales, pero un buen veterinario se define por sus conocimientos, por buscar el bienestar del paciente en todo momento y por mantener la cabeza fría para tomar las decisiones más apropiadas. Si un día me enfermo espero que mi médico sea una persona más capaz que cariñoso o sentimental, porque las emociones no son buenas consejeras y quisiera que las decisiones fueran tomadas objetivamente.

Habiendo aclarado lo anterior debo explicar ahora que no estoy en contra de que las personas ayuden a los animales, decidí escribir esto como una especie de crítica social, porque me molesta cuando algunas personas colocan a los animales por sobre los seres humanos. Hay tantas cosas que podemos hacer como sociedad para mejorar, ¿de verdad creen que todo va a ser mejor solo porque andan quitándole las gónadas a los perros?